Know How

Siempre confiando en su fino sentido del olfato

Know How

En su estudio de Suiza, la perfumista Bibi Bigler captura experiencias aromáticas en perfumes de lujo. Para asegurarse de que todas las notas de sus composiciones armonicen a la perfección, confía en su olfato... y en una balanza analítica de METTLER TOLEDO.

Lo primero que uno percibe al visitar el taller de Bibi Bigler es un olor dulce y exquisito. Aquí encontramos pequeños viales y frascos de polvos con aceites de esencias naturales, extractos y componentes de fragancias sintéticas al lado de vasos medidores, pipetas y balanzas. Aquí es donde esta perfumista crea fragancias sorprendentes inspiradas en la naturaleza. Por ejemplo, en su primer perfume, capturó el olor de un clavel (Dianthus) poco común que descubrió en la región del valle alpino de Engadina. En otro perfume, capturó la fragancia de un pinar suizo a partir de la destilación de agujas y resina de pinos de Engadina.

Formada en la escuela de referencia para los perfumes

Bióloga de formación, Bigler aprendió su oficio en la Escuela internacional de perfumería de Givaudan en Grasse (Francia). Allí dedicó dos años a entrenar su memoria olfativa (recopilación de olores) y a practicar el análisis de las notas básicas de fragancias complejas. "Hay 3500 componentes de fragancias disponibles en el mercado", afirma Bigler. "Un buen perfumista debe aprender a identificar 2000 de ellas; un aficionado, unas 50". Una vez completada su formación, trabajó durante doce años creando aromas para Givaudan en Dübendorf, hasta que se estableció por su cuenta en Aathal en 2009. "Cuando estaba en Givaudan, solía trabajar con balanzas METTLER TOLEDO", explica Bigler. "Por aquel entonces, pude comprar y usar una balanza analítica, una PB153-S, a través de uno de los técnicos de servicio. A pesar de ser un modelo antiguo, sigue funcionando a la perfección".


 

"Ajusto las dosis, corrijo la fórmula y mezclo de nuevo la fragancia para eliminar las imperfecciones. A veces hacen falta más de 100 intentos hasta lograr la fragancia perfecta". Es una tarea costosa, especialmente teniendo en cuenta que Bigler considera fundamental usar ingredientes de alta calidad: "Por ejemplo, un kilo de aceite de rosas cuesta alrededor de 10 000 francos suizos", recalca Bigler. "Por eso, en mis pruebas siempre mido cantidades pequeñas, del orden de miligramos".